---- Capítulo 11 La luz tenue del salón privado apenas dibujaba las siluetas en penumbra. La joven, sentada sobre las piernas de Diego, apenas respiraba. Los nervios la tenían inmóvil. Había escuchado rumores sobre él. Que alguna vez estuvo enamorado de Olga Lima, pero que después se obsesionó con su hermana menor, Elsa. Y que, sin saberse bien por qué, Olga había terminado fuera del mapa. Con una historia así, pensó la chica, Elsa debía ser una de esas mujeres capaces de enredarle la cabeza a cualquiera: peligrosa, irresistible, impredecible. iCómo se explicaba, si no, que un hombre como Diego la hubiera elegido por encima de Olga? éY que desde su desaparición no volviera a ser el mismo? Diego no tenía idea de lo que ella pensaba. Alzó la mano, le tomó el mentón con dos dedos y la observó como quien examina una obra extrafia: buscando algo, cualquier detalle que le dijera "es ella". La joven, tragando saliva, le pasó los brazos por el cuello. Temblaba, pero no se echó atrás. Diego no se movió. Desde que Elsa se fue, su único consuelo era buscar rastros de ella en otras: una mirada, un gesto, una forma de respirar parecida. Con eso le bastaba, al ---- menos por un rato. Pero la chica cometió un error que lo rompió todo. Se inclinó hacia su oído y susurró con voz suave: -Cufiado... Diego se congeló. Como si esa palabra le hubiera activado una alarma interna. Sus ojos, nublados por el alcohol, se enfocaron de golpe. Su expresión se volvió piedra. Sin pensarlo, la empujó con fuerza. Ella cayó al suelo con un quejido ahogado. -iQué dijiste? -soltó Diego, con una frialdad que helabala piel. -Y-yo... no era mi intención... -balbuceó ella, tratando de incorporarse. Pero él ya no la veía. Se aflojó la corbata, se levantó sin decir más y salió del salón, buscando aire como si se ahogara. Al pasar por el pasillo, frente a otra sala, algo le Ilamó la atención: una figura con el uniforme de la Universidad de Ríoalto, sentada junto a un hombre que le cantaba al oído. Ella sonreía, tranquila. Serena. Con esa misma expresión que é] recordaba. ---- Diego se quedó de piedra. éPodía ser. Sin pensarlo, irrumpió en la sala y empujó al hombre a un lado. Luego, abrazó a la joven con desesperación. -iElsa! -gritó con la voz rota-. Te busqué por todas partes... éY así me pagas? iMetida con otro? La chica, aterrada, forcejeó con todas sus fuerzas. -iNo soy Elsa! jiSuéltame! Pero Diego no escuchaba. No podía. Estaba atrapado en su propio delirio. El acompafiante de la joven, al ver la escena, reaccionó de inmediato. Agarró una botella y se la estampó en la cabeza con toda su fuerza. El vidrio estalló. Los gritos no tardaron en lIlenar la sala. Yelcaos se desató. AAA Cuando llegó el duefio del bar, encontró a Diego sentado en un sofá, la cabeza vendada, con una bufanda a medio tejer entre las manos. Se la había dado la compafiera de cuarto de Elsa después de que ella se fuera del país. Desde entonces, no se había separado de ella ni un solo día. ---- Muchos decían que se le había ido la cabeza. Otros, que solo fingia ser un hombre arrepentido. Diego no respondía a nadie. Ni é] mismo sabía en qué se había convertido. Lo único que tenía claro, lo único que podía recordar con total nitidez, era cómo empezó todo con Elsa. Fue un juego sucio. Venganza. Durante dos afios la manipuló, la humilló, la destrozó... hasta casi matarla. La noche antes de su desaparición, incluso les dijo a los secuestradores que hicieran con ella lo que quisieran. iQué habría sentido Elsa en ese momento? iTerror? é Desesperanza? (O simplemente se rindió? Diego se llevó una mano a la frente, apretando con fuerza. Como si así pudiera contener el remordimiento que le quemaba por dentro. Yentonces, una idea loca cruzó por su cabeza. Se levantó de golpe, tomó el celular y marcó un número sin dudarlo. -Tienes tres días -dijo con voz firme al otro lado de la línea- . Consígueme una identidad nueva como técnico en telecomunicaciones. Métete como sea. No me importa en qué zona de guerra esté Elsa. La voy a encontrar.
