---- Capítulo 15 Diego la tenía encerrada en una de sus propiedades. En esa mansión inmensa y silenciosa, Elsa vivía con las mufiecas y los tobillos atados por gruesas cadenas de hierro que tintineaban con cada movimiento que intentaba hacer. Fue ahí, en medio de ese lujo asfixiante, donde por fin entendió la verdad: Diego no había cruzado el mundo por amor, sino por una obsesión enferma de control. No quería compartir la vida con ella. Quería poseerla. -PDiego... équé soy para ti, en serio? -le preguntó un día, tras su enésimo intento fallido de escapar. Él le acarició la mejilla con una ternura que helaba la sangre. Sus ojos, en lugar de amor, reflejaban un deseo incontrolable de tenerla, cueste lo que cueste. -Eres la mujer que más he amado en mi vida. Elsa soltó una risa seca, amarga. Pero no duró. En segundos, esa risa se quebró en lágrimas mudas que resbalaron por su rostro. Durante su encierro, Diego no escatimó en nada: llenaba la casa con banquetes preparados por chefs reconocidos, le mandaba vestidos, joyas, perfumes de marcas ---- exclusivas... Como si el lujo pudiera borrar el encierro. Incluso los empleados, siguiendo órdenes, trataban de convencerla: "iQué más puedes pedir? Tienes comida, casa, regalos... la vida perfecta junto a un empresario poderoso." Pero cuanto más le ofrecía Diego, más hondo se hundía Elsa en el vacío. Porque lo único que ella quería... era libertad. Las cadenas que lIlevaba en los tobillos no eran nada comparadas con las que cargaba en el alma. Ya no se sentía persona. Se sentía como un adorno caro, bonito, inmóvil... sin derecho ni siquiera a pensar por sí misma. Poco a poco, la depresión regresó como una sombra. Su salud comenzó a deteriorarse con una rapidez alarmante. Su cuerpo se hacía cada vez más delgado, su piel más pálida, su mirada más apagada. Cuando Diego volvió de un viaje y la encontró en ese estado, entró en pánico. -iéQué demonios han hecho?! -gritó a los empleados, fuera de sí, conlas venas marcadas en la frente-. j Llamen a un médico ahora mismo! ---- Ordenó que le quitaran las cadenas, pero Elsa ya ni fuerzas tenía para escapar. Se desvaneció entre sus brazos como una hoja seca, apenas respirando. El médico llegó a toda prisa, revisó sus signos vitales y después se lIlevó a Diego a un lado para hablarle en privado. -PLo que tiene la sefiorita no es físico -dijo en voz baja - . Es psicológico. Y si usted sigue... -iSi sigo qué? -interrumpió Diego con una mirada tan oscura que el doctor tragó saliva. No terminó la frase. Solo asintió con rigidez y se dio media vuelta. Pero al 1legar a la puerta, Elsa lo lamó con un hilo de voz: - -Por favor... sáqueme de aquí. El médico cerró los ojos, apretó los pufios... y se marchó sin decir palabra. Elsa entendió entonces que nadie vendría por ella. Diego, desesperado, contrató terapeutas privados, incluso intentaron hipnosis para borrar sus recuerdos, moldearla, convertirla en una mujer dócil que pudiera aceptarlo sin condiciones. ---- Y cuando creyó que no había salida, que esa sería su vida para siempre... algo inesperado ocurri Una noche, un incendio estalló en la mansión. Las llamas se extendieron rápido. En el caos, algunos empleados rompieron sus cadenas para evacuarla. Y entonces, entre el humo y los gritos, una voz conocida atravesó la noche: -iElsa, ven! japóyate en mí! Era Lorena. La cargó sobre la espalda como pudo y, tambaleándose, la Ilevó hasta un auto que los esperaba al borde de la carretera. Elsa se dejó caer en el asiento trasero, jadeando. Pero al ver quiéniba al volante, su corazón se detuvo un segundo. Era alguien a quien creyó que jamás volvería a ver. Su último lazo de sangre en este mundo.
