---- Capítulo 6 Cuando el Alfa Diego recuperó la conciencia, las lágrimas corrían por su rostro altivo que antes irradiaba poder y control. ,Cómo pudo haberlo olvidado? La transformación de Ariana jamás volvió a ser la misma después de aquella noche maldita, cuando enfrentó a tres sicarios de la Manada Luna Roja que la hirieron con armas de plata. Cada herida le habia robado parte de su esencia, pero aún moribunda, habia encontrado fuerzas para arrastrarlo a salvo, sacrificando lo poco que le quedaba de vida para protegerlo. Desde entonces, su capacidad para transformarse se vio limitada para siempre: no podía aventurarse lejos del territorio ni perseguir presas como antes. Algo esencial en su naturaleza salvaje se había roto sin remedio. Esa revelación golpeó a Diego como un rayo atravesándole el pecho, mientras el arrepentimiento se le enroscaba alrededor de las costillas como una trampa de acero, y por primera vez en afios, el Alfa Diego sintió miedo. A su lado, Elena extendió la mano fingiendo preocupación mientras le acariciaba suavemente el pelaje, pero Diego la apartó sin decir palabra, su desesperación sobreponiéndose a cualquier deseo de consuelo. Se dio la vuelta y se dirigió furioso hacia el sótano, donde Ariana habia estado prisionera alguna vez. El silencio de ese lugar le resultaba insoportable, mientras que cada memoria lo atormentaba sin piedad. -éDónde estás ahora? -murmuró entre dientes, con la voz quebrada. ---- -Acaso pensaste que podrías simplemente desaparecer? Caminé tras él en silencio, como una sombra que él no podía ver, con la mirada perdida y el alma entumecida por aíios de dolor. Su arrepentimiento, su sufrimiento... todo me resultaba indiferente. Golpeó los pufios contra la puerta del sótano y el sonido resonó por el pasíllo, hueco y furioso. Un olor fétido lo golpeó de inmediato, y aunque su rostro palideció, empujó la puerta para abrirla. Frunció el ceão mientras examinaba el interior. -éDónde está? -grufó. Un guardia, que aún estaba limpiando, se encogió bajo su mirada y tartamudeó: -Alfa... .no nos dijiste que nos deshiciéramos de eso? Justo entonces, otro guardia se adelantó, sosteniendo algo con manos temblorosas. -Alfa... encontramos esto de Ariana en el sótano. Diego lo arrebató sin dudar. Contemplé el dispositivo que había grabado mi agonía: cómo luché contra la muerte, arafiando la puerta mientras el veneno plateado me rodeaba. En mis últimos momentos conscientes, gemí de dolor con las garras destrozadas contra la piedra, sintiendo cómo la plata me consumia desde adentro. Era tal mi debilidad que ní siquiera pude pedir ayuda a los demás. Todo lo que pude hacer fue escuchar cómo mi loba pedía auxilio hasta que su voz se apagó para siempre. Diego lo tomó de inmediato notando la contrasefa: una combinación de nuestros cumpleaios. -; Qué significa esto? - ladró, aunque su voz habia comenzado a temblar-. ;Se fue sin ---- Ilevarse esto? ;Y ahora qué hacemos? Pero algo dentro de él se desmoronó. Le temblaron las manos, se le entrecortó la respiración, y activó el disposítivo con dedos que apenas le obedecían. Y entonces... lo escuchó. -Diego... perdóname... reconozco que me equivoqué... por favor, sácame de aqui... no puedo respirar... -Diego, déjame salir... me ahogo... por favor... -Diego. Diego rugió con una angustia que estremeció los cimientos de la casa, un sonido que no parecia humano ni animal, sino de algo completamente roto. En ese instante, toda su fortaleza se desplomó bajo el peso devastador de lo que habia hecho. Se desplomó al suelo con la respiración entrecortada, completamente paralizado por lo que acababa de comprender. No podía moverse, no podía hablar, y cada segundo que pasaba lo hundia más en el abismo. Todo se derrumbó a su alrededor, y ahí permaneció: un alfa destrozado, aplastado por el horror de sus propias acciones, luchando entre la desesperación humana por ser perdonado y la rabia animal que sabía que era demasiado tarde.