---- Capítulo 7 Elena se precipitó hacia él con desesperación, pero en el momento en que sus dedos rozaron su pelaje, los instintos lobunos de Diego estallaron. Sus ojos se encendieron de un rojo ardiente y con un gruíido furioso la apartó de un golpe. -ijAléjate de mi! El rugido del Alfa Diego resonó por toda la cámara con una fuerza devastadora que estremeció las paredes. Elena cayó al suelo con el rostro pálido de terror, las lágrimas corrían por sus mejillas pero ya no resultaban convincentes. Su actuación de indefensión, antes tan efectiva, ya no significaba nada para Diego. Su furia se había vuelto salvaje e incontrolable, la rabia corría por sus venas como fuego líquido y sus ojos enrojecidos destilaban una sed implacable de venganza. Se giró bruscamente hacia los guardias con voz baja y peligrosa. -EI cuerpo. z Dónde pusieron su cuerpo? Los guardias se quedaron helados con los hombros tensos, evitando su mirada hasta que uno finalmente se adelantó tragando saliva con dificultad. -Alfa Diego... el Alfa Carlos dijo que el cuerpo estaba muy sucio y nos ordenó quemarlo. Ya terminamos de cremario. Esas palabras lo destrozaron por dentro, sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies y un zumbido ensordecedor invadió su ---- cabeza. Se tambaleó y estuvo a punto de caer cuando el dolor lo golpeó con fuerza brutal. En ese momento el cristal en su mano parpadeó con luz, y en la pantalla apareció el rostro del Alfa Sergio con voz quebrada por la emoción. -Ariana... gracias a la Diosa Luna que estás viva. Yo malentendí... me equivoqué, me equivoqué tanto... Diego se quedó mirando sin expresión con la mente entumecida mientras su lobo grufía en su interior, salvaje y destrozado. Del otro lado, Sergio se echó a Ilorar. -Diego, cpor qué no aparece Ariana? Seguro está molesta conmigo, todo es culpa mía, ino me di cuenta a tiempo! Elena la tendió una trampa ese día cuando le pidió que le comprara un pastel de almendras. Sabía que era alérgica pero no le dijo nada, jy yo como idiota pensé que Ariana queria lastimar a Elena! -iAriana, estás ahí? Por favor, déjame verte... estuve ciego... perdóname, por favor! Me quedé callada a su lado con una mirada fría como el acero. Sergio... mi segundo hermano, aquel al que tanto había ayudado investigando libros de magia ancestral para ensefiarle los conjuros que fortalecieron a su lobo. Ese día había estado tan feliz cuando Elena me pidió que le comprara algo dulce por primera vez. Pensé que comenzaba a verme como famiília, así que corrí al círculo de brujas ansiosa por compartir la notícia Pero todo era una farsa, una trampa cruel. Ese pastel de almendras marcó el inicio de mi perdición: me culparon de algo que no hice, me arrastraron como a una criminal, me encerraron en las sombras ---- y me dejaron morir ahogándome en polvo de plata. Afortunadamente había advertido a las brujas a tiempo, revelando el plan de Elena antes de morir. Si Sergio hubiera ido a practicar magia más temprano, tal vez la verdad habria salido a la luz antes, pero ahora era demasiado tarde. Negué con la cabeza sin inmutarme. Ya no había vuelta atrás; sus lágrimas Ilegaban demasiado tarde. Diego se Ilevó las manos al pecho con la cola decaída y pasos vacilantes, mirando el cristal con incredulidad mientras la desesperación crecía como una inundación. -Sergio... fue mi culpa. -susurró con voz ronca. La rabia de su lobo se desvaneció dejando solo un dolor crudo y desgarrado. En la pantalla Sergio se volvió frenético. -iDiego! Dale el cristal a Ariana, jtengo que hablar con ella yo mismo! AA Diego le temblaron las manos y la voz se le quebró cuando le respondió gritando: -EI cristal de Ariana está aquií, jestá en el sótano! Un silencio cayó del otro lado de la línea hasta que la voz de Sergio tembló: -..:Dónde está ella? jDiego, espérame, voy para casa! Elena palideció de terror y el sudor comenzó a correrle por las sienes. -Diego, por favor... déjame explicar. -tartamudeó. Pero antes de que pudiera terminar, Diego la pateó con furia brutal y ---- la envió volando por la habitación. -iSujétenta! -rugió. De inmediato los guardias se abalanzaron sobre ella clavándola al suelo de piedra fria como si ahora fuera ella la verdadera amenaza. Elena ya no parecia la dulce víctima que siempre habia interpretado; ahora se veia como lo que realmente era: una mentirosa desesperada sin escape.