---- Capítulo 8 Diego se recargó contra la pared, sosteniendo mi cristal con tanta fuerza que le temblaba la mano, hasta que la superfície volvió a brillar. Al mirar, reconocí el rostro de Carlos, mi tercer hermano. Carlos, el médico prodigio de la manada con una mirada penetrante como el filo de la luna, era capaz de reconocer cualquier planta medicinal por su fragancia. Hace apenas cuatro días habia conseguido para él una artemisa lunar, esa hierba esquiva que tanto habia buscado para crear remedios que aliviaran las transformaciones dolorosas de la luna Ilena. Quería darle esa sorpresa, pero morí en aquel sótano antes de poder entregársela. Diego activó el cristal y apareció el semblante de Carlos, cuya voz surgió cálida y protectora, con esa cadencia que usaba para tranquilizar a los cachorros asustados. -Basta ya, Ariana. No te enojes más. Sé que cometiste errores... pero regresa a casa, sin importar dónde estés. Yo cuidaré de ti. Carlos siguió hablando con ternura ciega, sin reconocer su propia culpa, hasta que Diego intervino con un tono áspero y amenazante. -Carlos -gruíió-, ; tú diste la orden de quemar ese cadáver? Pudo ser nuestra hermana. El silencio se apoderó de Carlos antes de que volviera a hablar, con voz temblorosa e incrédula. -No puede ser... eso es imposible. A Ariana solo la tuvimos encerrada tres días. ;Cómo se pudo convertir en... en esa cosa horrible? No, algo está mal aquí. Me voy ahora mismo a hacer los exámenes de ADN. Podemos revisar el pelo, jesa cosa no puede haber sido nuestra hermana! ---- La pantalla se apagó. Diego sintió que la furia bestial lo consumia, la sangre le hervía como lava ardiente hasta que se desplomó al suelo, devastado. Un guardia se acercó con pasos vacilantes, cargando una urna de cerámica entre sus manos temblorosas. -Alfa Diego... aqui están los restos de Ariana. Diego alzó la vista despacio, con los ojos desbordados de desesperación. -«Los restos de Ariana? Mi hermana desapareció, jno está muerta! Otro guardia avanzó portando un documento ofícial. -Alfa Diego, por seguridad hicimos las pruebas de ADN antes de quemarta. Los resultados son claros: si era ella, era Ariana. Diego arrebató el informe con manos temblorosas y leyó las líneas implacables. Cada palabra lo atravesaba como una daga, cada confirmación era un grito mudo que le partía el alma. El dolor le oprimia el pecho como tenazas al rojo vivo, tan intenso que el mundo exterior dejó de existir para él. Permaneció inmóvil durante largo rato, como una estatua de piedra, hasta que alzó la vista hacia Elena con ojos encendidos de ira. Ella seguia tirada en el suelo. -Tráiganme todas sus pertenencias -ordenó con voz áspera y amenazante-. ;No fue Sergio quien dijo que Elena había tendido una trampa a Ariana? Elena se retorció con pánico, tenía los ojos desorbitados y la respiración entrecortada. -iNo, Alfa Diego! j;Soy inocente! jJamás lastimaria a mi hermana! ---- Diego la ignoró completamente. Tomó el cristal confiscado entre las pertenencias de Elena y lo activó al instante. Su rostro se ensombreció al descubrir el contenido: conspiraciones, correspondencias secretas, engaõos, venenos. Ahí estaba toda la evidencia de su traición. Sin advertencia alguna, Diego se abalanzó y le propinó una patada brutal al rostro de Elena, derribándola mientras la sangre brotaba de su nariz. La bestia que Ilevaba dentro habia despertado, y ya no quedaba en él ni rastro del hermano protector, solo sed de venganza. La puerta se abrió violentamente cuando Sergio y Carlos irrumpieron en la habitación, encontrándose con una escena devastadora: Elena ensangrentada y destrozada, casi inconsciente bajo el peso de la furia de Diego, quien respiraba agitadamente con los ojos inyectados de rabia y dolor. Carlos fue el primero en romper el silenci: furiosa. , con voz alterada y -iDiego! ;Qué demonios haces? ziPor qué atacaste así a Elena!? Sergio, en cambio, permaneció inmóvil. Su mirada se clavó en Elena con una frialdad que crecía por momentos, como un cazador que por fin ha descubierto la verdadera identidad de su presa.