---- Capítulo 4 La luz de fuera se filtró, disipando la oscuridad dentro. Me acerqué a mirar y allí estaba mi cadáver. Debido a que el sótano estaba cerrado y la temperatura era propicia para pudrir un cuerpo, después de tres días de mi muerte, parecía como si hubieran pasado alrededor de diez. Mi cuerpo ya estaba en estado de descomposición, y una multitud de pequeãios insectos ya lo habían apropiado como su hogar. Mi rostro, por la asfixia, estaba morado y negro; después de tantos días de descomposición, ya no se podía reconocer que era yo. De repente, entré en pánico al ver ese cuerpo tan horrible y no queria que mis tres hermanos lo viesen, así que me apresuré a cubrirlo de su vista. Al menos, antes de morir, quería tener un poco de dignidad. Sin embargo, todo lo que hice fue en vano. Mi hermano mayor, César, se puso pálido; en medio de un silencio ensordecedor, no pudo evitar retroceder un paso, y sus labios temblaban mientras decia: -éQué..Carajos es eso? El intenso hedor y la aterradora imagen hicieron que César se alejara con desdén. -iQuítamelo, es asqueroso! Uno de los criados, con la cara de miedo, respondió: ---- -Sehforito, jeso es la sefhorita! jEse es el cuerpo de la seforita! César, con un tono indiferente, dijo: -Cómo puede un cuerpo descomponerse de semejante manera en tan solo tres días? -No pienses que puedes engafiarme con algunos cadáveres de ratas. -Así que, ite escapaste del sótano mientras no estábamos mirando? jPor eso no respondiste cuando te Ilamamos! Las palabras furiosas de César hicieron que los criados, que querían hablar, se quedaran en silencio. Mi segundo hermano, Vicente, y mi tercer hermano, Alonso, rápidamente abrazaron a Leticia, que había corrido hacia ellos. -iLetícia, no te acerques, allí hay cosas sucias! Al ver la reacción de mis hermanos, la pequeõa esperanza que habia surgido en mi corazón se desvaneció por completo. Mi cadáver estaba expuesto ante ellos, pero parecían ignorarlo por completo. Obviamente, si se tomaran un momento para mirarlo detenidamente, podrían reconocer que era yo. En ese momento, César, con desdén, agitó la mano y ordenó a los criados: -Desháganse de esa cosa tan hedionda, zquién sabe si esto podría causar una epidemia? jQué asqueroso! Mientras los criados asintieron aterrorizados, César se Ilevó a ---- Leticia y se marchó. Mis otros dos hermanos, que se veían descontentos, echaron un vistazo a la entrada del sótano y también se fueron. Mi cuerpo no pudo evitar seguir los pasos de mis hermanos; aunque ya estaba muerta, no podía creer que aún sentía un dolor asfixiante en mi interior. Cuando mi cuerpo apareció, ni siquiera se tomaron un momento para mirarme, simplemente dejaron que los criados se deshicieran de Mis hermanos, zen serio me despreciaban tanto? LAcaso ni siquiera tuve el derecho a ser enterrada junto a mamá y papá?
