---- Capítulo 4 Mi madre no quería seguir hablando con él y se dio la vuelta para irse, pero Vicente agarró su mano y preguntó coniinsistencia: -4áLisa no quería estar conmigo? ;Cómo puede casarse con Cristóba? Al escuchar esto, mi madre, furiosa, soltó bruscamente su mufieca y le gritó: -éMi hija, en lugar de ser la esposa de jefe, debería ser tu amante? jQué descaro tienes! Solo entonces Vicente recordó que la idea de que Lisa fuera su amante había sido un acuerdo privado entre él] y su padre. É pensó que, como Lisa lo amaba tanto, incluso aceptaría ser su amante con gratitud. Al pensar que ahora se casaría con Cristóba, sintió un vacio en el pecho y, sin poder evitarlo, corrió haciala caravana nupcial. Luciana lo agarró del brazo: -Vicente, jadónde vas? Vicente, molesto, respondió: ---- - PVoy a buscar a Lisa. No puedo permitir que se case con Cristóba. Luciana, con lágrimas en los ojos, lo miró: - Por qué? j/Acaso te enamoras de Lisa mientras yo estaba enferma? Ante la pregunta, Vicente evitó responder directamente: - -No, es solo que Cristóba es estéril y ya ha "matado" a tres esposas. Temo que Lisa corra peligro. Luciana, aferrándose a su brazo, dijo suavemente: - Papá ya investigó. Son solo rumores. De lo contrario, nunca la habría dejado casarse. - Pero... Luciana lo interrumpió: -Vicente, Lisa es mi hermana. Ya se casó. Ahora es nuestro turno de fijar la fecha. Vicente, arrastrado por Luciana, fue a hablar con el padre de ella sobre la boda. Mientras tanto, sentada en el coche nupcial, escuchando el bullicio exterior, no pude evitar sentirme nerviosa. ---- Cristóbal, que había sido enfermizo desde nifio, había vivido en el extranjero. Pocos lo habían visto. Se rumoreaba que su rostro era horrible, como un demonio. También decían que, debido a su esterilidad, era temperamental y disfrutaba torturando. Sus tres esposas anteriores habían muerto por su crueldad. Después de pensarlo, decidí calmarme. Lo que tuviera que pasar, pasaría, pensé. Ya había muerto una vez équé más daba? El auto viajó por horas antes de detenerse. Una mano de dedos largos y bien definidos abrió la puerta y me tendió una cinta roja. La tomé y me guió fuera. Quizás por los nervios o por estar sentada tanto tiempo, tropecé al cruzar el umbral. Él me sostuvo por la cintura: -Ten cuidado. Su voz, suave como el jade, me resultó extrafiamente familiar. Después de los ritos, me Ilevaron a la habitación nupcial. Sentada en la cama, con hambre tras un día sin comer, ---- escuchaba el alboroto afuera. ;Cuándo vendría Cristóba? éY si Ilegaba de mal humor? jNo quería morir de hambre! Decidí tomar un pastel de la mesa. Era delicioso, mucho mejor que los puestos callejeros. Me comí otro. En ese momento, la puerta se abrió. Alcé la vista que Cristóba me miraba con sorpresa.
