Capítulo 4: ???? ???? ???? ???? ???? “Realmente es como un armario. Aquí guardo mi carrito, mis instrumentos y los papeles. Voy de clase en clase o nos vemos en el gimnasio”. Malcolm se ajustó el reloj para acabar con el hormigueo que había desencadenado ese pequeño contacto físico. “Como en los viejos tiempos. Por aquí no ha cambiado casi nada” “Algunas cosas sí que han cambiado, Malcolm. Yo he cambiado. Soy distinta ahora” Le dijo ella en un tono gélido que no reconocía. “¿No me vas a reñir por haber interrumpido tu clase?” “Eso sería una grosería” Empezó a juguetear con el ukelele que tenía sobre la mesa. Las notas musicales llenaron la estancia. “Conocerte ha sido lo mejor que les ha pasado en su vida hasta ahora. Seguro”. “Pero está claro que no ha sido lo mejor que te ha pasado a ti”. Malcolm se inclinó hacia atrás y se metió las manos en los bolsillos para reprimir el deseo de tocar las cuerdas con ella. Los recuerdos le invadían… Cuántas veces habían tocado la guitarra y el piano juntos… El amor que sentían por la música les había llevado a compartir sus cuerpos, a amarse con locura. ¿Había magnificado el recuerdo de esos momentos hasta convertirlos en otra cosa? Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la había visto que ya no podía estar seguro. “¿Por qué estás aquí?” La imagen de sus manos, moviéndose sobre las cuerdas, le hipnotizaba. “No tienes ningún concierto por aquí”. Dijo de forma directa. “¿Te sabes las fechas de la gira?” Abrió los ojos y la miró a el rostro. Ella dejó escapar una carcajada. “La ciudad entera sabe todo lo que haces, lo que comes, con quién sales… tendría que estar ciega y sorda para no oír lo que la ciudad tiene que decir acerca de su hijo predilecto. Pero, personalmente… ya no soy miembro del club de fans de Malcolm Douglas”. Explicó de forma calmada. “Bueno, esa sí que es la Celia que recuerdo”. “Todavía no has contestado a mi pregunta. ¿Por qué estás aquí?” “Estoy aquí por ti”. Dijo sin tapujos. La quería a ella. “¿Por mí? Creo que no” Le dijo con frialdad. Todavía seguía acariciando las cuerdas del ukelele con una sensualidad instintiva, como si saboreara tanto el tacto de cada nota como el sonido. “Tengo planes para esta noche. Deberías haberme llamado antes”. “Te veo mucho más centrada ahora que antes”. “En ese entonces era una adolescente. Ahora soy adulta y tengo responsabilidades de adulto, así que si podemos acelerar un poco la conversación… ¿Por favor?”. Parecía que se estaba impacientando. Él se iba por las ramas y ella quería terminar con esto ya. Quería seguir con su vida. “Puede que no estés al tanto de mis cosas, pero yo sí he estado al tanto de las tuyas”. Sabía lo de las llamadas amenazantes, lo de la rueda pinchada. Las amenazas se hacían cada vez más frecuentes. Y también sabía que solo le había contado la mitad de la historia a su padre. “Sé que terminaste la carrera de música con honores en la universidad del sur de Mississippi. Has enseñado aquí desde que te graduaste”. “Muchas gracias”. Respondió al instante. “Estoy orgullosa de mi vida, mucho más de lo que se puede resumir en un par de oraciones. ¿Has venido a darme un regalo de graduación pendiente? Porque si no es así, puedes irte a firmar autógrafos”. Declaró nuevamente de forma directa y tajante. “Vamos al grano entonces” Malcolm se apartó de la puerta y se paró frente a ella. Tan solo para demostrarse a sí mismo que podía estar cerca de ella y resistir la tentación de abrazarla. “He venido a protegerte”. Declaró mirándola a los ojos.
