---- Capítulo 7 Esteban yacia descuidadamente en el sofá, deslizando el dedo por nuestros antiguos mensajes. La luz azul del teléfono proyectaba sombras duras sobre su rostro, acentuando las ojeras bajo sus ojos. Durante los últimos seis meses, nuestras conversaciones habían sido lamentables. -iCuándo fue la última vez que ella inició una conversación? - Murmuró para si mismo, mientras pasaba el historial hacia arriba. La mayoria de los mensajes eran mios, preguntando si habia comido a tiempo, si habia dormido bien. Preguntas simples, respondidas con monosílabos: "Sí". "Bien". "Después". Y sin fallar, al día siguiente de visitar la habitación de Victoria, yo no le respondia en todo el día. Sin importar cuántos mensajes enviara. Sin importar lo que dijera. Era mi forma de expresar enojo. Una protesta silenciosa a la que él se habia acostumbrado a ignorar. Los mensajes fueron disminuyendo, hasta que hace una semana dejé de preguntarle por su vida diaria. El último hilo que nos unia, cortado. Se incorporó de golpe, frunciendo el ceão. La realización lo golpeó como un pufietazo. -Ella se estaba alejando... y yo ni siquiera lo noté. -Susurró con la voz quebrada. Los mensajes de la última semana cabían en una sola pantalla. Solo tres. ---- Los dos primeros eran de hace dos días, cuando le pregunté si asistiria al cumpleaãos de Lilia, -EI cumpleafios de Lilia.. -Recordó de pronto que se lo habia recordado semanas atrás, lo habia marcado en el calendario de la cocina, le había dejado notas en su escritorio. Pero él lo había olvidado. Pensó que Lilia solo estaba haciendo una escena para asegurar su lugar. Otro estorbo en su agenda. -Mierda. -Esteban se pasó las manos por el cabello. -El pastel... los regalos... No preparé nada. Se sentía molesto. Había dicho que se disculparia, ,acaso no podia yo esperar un poco más? ;Por qué tenía que dramatizar todo? Su dedo se detuvo sobre el último mensaje, el que había hecho trizas su mundo: "Lilia y yo nos vamos. Te deseo felicidad. No volvamos a vernos." Un estruendo sacudió la casa vacia. Esteban pateó la silla contra la pared con tanta fuerza que agrietó el yeso. Su rostro se oscureció, los colmillos se alargaron: su lobo estaba despertando. -iNo puede simplemente irse! -Gruíió, caminando de un lado a otro. -jEs MÍA! jYo la MARQUÉ! Sus dedos volaron sobre la pantalla, la rabia apenas contenida en cada golpe: *"zOtoião, perdiste la cabeza?" Esperó diez segundos. Nada. ---- "iDe verdad crees que tendrás una buena vida sin mi?" Treinta segundos. Silencio. "Si vuelves ahora, tal vez me quede contigo a regafiadientes." Un minuto pasó. Su ira se transformó en algo más cercano al pánico. "No te preocupes, no hice la ceremonia de apareamiento con Victoria. Sigues siendo mi única luna." Esteban esperó toda la noche, enviando mensaje tras mensaje. Cada uno más desesperado que el anterior. Ninguna respuesta. Cuando llamó por vigésima vez, siempre escuchaba lo mismo: "El número al que intenta Ilamar está ocupado.." -iMaldita sea! -Rugió, lanzando el teléfono al otro lado de la habitación. Rebotó en los cojines del sofá, intacto. Su lobo caminaba inquieto dentro de él, agitado y confundido. El animal reconocia lo que el hombre habia ignorado: su compatera se habia ido. Esteban ya no podía esperar. Tomó las Ilaves y condujo hacia otro apartamento donde solía quedarse yo después de una pelea. Aceleró a fondo, tomando las curvas tan rápido que los neumáticos chillaban. Las calles estaban muy tranquilas en la madrugada. Solo una panadería seguía abierta. Los dueios, una pareja de esposos, trabajaban juntos--uno amasaba el pan, el otro lo horneaba. ---- A través del vidrio, Esteban vio al hombre limpiar la harina de la mejilla de la mujer. Ella reía, aunque el sonido no pudiera alcanzarlo. Entre el vapor ascendente, se movían en perfecta armonia, como la imagen misma de la vida doméstica cálida. -Nosotros solíamos ser así. -Susurró, reduciendo la velocidad. Recordó que, en el territorio de Media Luna Plateada, también habíamos compartido momentos como ese. Antes de que su ambición lo consumiera. Yo habia ignorado las objeciones de mi família y me empefé en abrir una tienda de cristales con él. Los ancianos de la manada estaban furiosos de que su heredera "jugara a ser comerciante" con un lobo forastero. -No necesitas su aprobación. -Me había dicho entonces. -Solo necesitas la mía. La ironía de esas palabras le caló como dagas en el pecho, Yo le habia ensefiado el negocio paso a paso: yo atendía las ventas, é! manejaba el dinero. Con solo tocar los cristales, yo podía percibir su energia mejor que nadie. Trabajábamos felices, desde el amanecer hasta la noche. Algunos incluso lo Ilamaban "amo de casa", pero a é| no le importaba. Cuando un miembro de la Manada Sombra Lunar hizo un comentario burlón durante una visita, é| respondió con orgullo: -Estoy gastando el dinero de mi esposa. ;Y eso qué tiene de malo? AAl menos tengo una compatiera que me ama Habíamos tenido discusiones antes, pero siempre volvía a ---- calmarme. Le preparaba su cena favorita, lo tocaba suavemente en el brazo y la pelea quedaba olvidada. Las manos de Esteban temblaban sobre el volante, los nudillos blancos de tanto apretar. -Esto es diferente. -Se dijo. - Nunca antes se había ido. Esta vez yo estaba realmente molesta. Había cruzado una línea que ni siquiera sabía que existia -No importa. -Murmuró. -Solo está intentando asustarme. Esta vez se rebajaría y me convenceria bien. Le Ilevaría a Lilia un regalo atrasado. Haría promesas que no pensaba cumplir. Lo que hiciera falta para recuperar el control de su compaííera. Al Ilegar al apartamento, vio una luz amarilla cálida encendida. Su corazón dio un brinco. Todo su cuerpo se relajó, la tensión se esfumó de sus hombros. -Lo sabia. -Dijo, sonriendo con triunfo. -Sabía que no me dejaria, Estacionó el auto de cualquier manera, medio sobre el césped, y corrió a la puerta. Su corazón latía con fuerza, anticipando mi perdón. Manoseó las Ilaves, dejándolas caer dos veces antes de lograr abrir y entrar de golpe.