---- Capítulo 5 Héctor dejó escapar un suspiro, mientras un destello de preocupación brilló en sus ojos furiosos. -2Sal y espérame afuera -le dijo a Valeria - Solo un momento. Luego te llevo a casa. Valeria no quería, pero finalmente se dio la vuelta con un movimiento exagerado y salió de la habitación. -TFirmalos papeles -le dije en un tono firme. Héctor, en lugar de contestar, se sentó junto a mi cama y puso mi mano entre las suyas. - Amor, por favor, perdóname. Haz como si nada de esto hubiera pasado. Tenemos un bebé, êno es así? Criémoslo juntos, como una familia. Con cautela, miré la puerta, donde Valeria espiaba con descaro. Apreté los labios con fuerza antes de responder: - éY ella? éQué piensas hacer con ella? iNo le vas a volver a hablar? Héctor dudó, era evidente en su mirada. Finalmente, respondió con una mezcla de pesar y resignación: -T-Lo he estado pensando mucho. Tú podrías quedarte en el sur, y yo la enviaré al norte. Así, cada una estaría en su ---- lugar, nunca tendrán que encontrarse. éQué te parece? iPaf. Con un salto, me puse de pie y le di una cachetada que resonó en la habitación como un disparo. Es la cachetada que le debía desde el día que supe de su maldita traición. -éUna en el sur y otra en el norte? jQué generoso! Héctor, este matrimonio se terminó. jNo hay vuelta atrás! Apreté con fuerza el botón de Ilamada junto a la cama. La enfermera entró rápidamente, y después de que le pidiera intervenir, miró a Héctor con una expresión severa. - Sefior, por favor, salga de inmediato. En este momento, la paciente necesita descansar. Al día siguiente, me dieron el alta. En cuanto Ilegué a casa, hice mis maletas, tomé a mi bebé y nos dirigimos al aeropuerto. Por la tarde, 1Ilegué a la casa de mi abuela. En cuanto nos vio, una linda sonrisa iluminó su rostro arrugado. ---- -iMi preciosa! Al fin tengo a mi bisnieto conmigo. Mi abuela, una profesora universitaria jubilada, era una de esas personas únicas, llena de gran sabiduría y amor. Esa noche, no hizo preguntas. Simplemente me abrazó dulcemente y me permitió quedarme dormida en sus brazos. Pasé un mes entero en su casa, disfrutando de una paz que hacía tiempo no sentía. Hasta que un día, de forma inesperada recibí una llamada de Héctor. -Amor, ya pasó un mes. é Todavía estás enojada? Quería sonar arrepentido, pero su arrogancia era inconfundible. - Le compré a Valeria un departamento en el norte. Ella está de acuerdo con quedarse allá para siempre, contal de que tú y yo sigamos juntos. éNo te parece suficiente con eso? Sintió desde el fondo de su corazón que era un honor para mí estar casada con él. El tono de Héctor parecía como si estuviera haciendo un gran sacrificio. Pero, obviamente, esto seguía siendo una falta de respeto. ---- Finalmente, respondí con firmeza: -Héctor, ya te lo dije. Lo único que quiero es divorciarme de ti. -iMaldi...! -gritó, mostrando su verdadera personalidad. Sin decir más, colgué el celular. Tres días después, Héctor apareció en la puerta de la casa de mi abuela. Se veía demacrado, casi irreconocible. Al parecer, Valeria no lo estaba cuidando tan bien como él esperaba. Preocupada por la salud de mi abuela, quien sufría del corazón, le pedí a Héctor que fuéramos a una cafetería cercana para hablar. Su actitud había cambiado de forma radical. Esta vez, parecía casi suplicarme: -FCarifio, ayer recibí la citación del juzgado. Sé que sigues molesta, pero no quiero perderte. ;Podemos intentarlo de nuevo? Entrecerré los ojos, observándolo con total desconfianza. ---- - He estado pensando... tal vez, por el bien del nifio, por mantener la familia unida, podríamos intentarlo. Héctor se inclinó un poco hacia mí, emocionado. -é Entonces estás dispuesta a perdonarme? Le corté la ilusión de raíz. - No. Lo que quiero decir es que he entendido algo: estoy mejor sin ti. Más tranquila, más libre. Héctor, nada puede hacerme cambiar de opinión. Nos divorciamos. En este momento, lo más importante era salir de esta mala relación. ÉI, abatido, dejó escapar un profundo suspiro. -Estás enojada, lo entiendo. Pero sé que con el tiempo cambiarás de opinión. Al instante, abrió su bolso y sacó una pequefia caja de terciopelo. -La última vez que fue tu cumpleafios, no te gustó el collar que te regalé. Esta vez, te compré algo mejor. Le eché un vistazo. Dentro de la caja había un hermoso brazalete de oro. No era muy único, pero era imposible no reconocerlo.
