Capítulo 49: ???? ???? ???? ???? ???? Él le sopló suavemente junto a la oreja: «¿Por qué eres tan tímida? Ya lo tocaste aquella noche». «¡No lo hice, no lo hice, no lo hice!». Elaine sacudió la cabeza y lo negó. De todos modos, no podía recordarlo, así que ella lo tomaba como si nunca lo hubiera hecho. «¿Te gusta?». «¡Es feo! ¡Tan feo!». «Jajaja, dices una cosa, pero quieres decir otra… aquella noche… no parabas de decir que era muy bueno…». A Emmett le gustaba mirar su expresión tímida. Se mordía los labios y le temblaban los ojos hasta las pestañas. Adorable… pero también hacía que se volviera loco. «¡Te devolveré el dinero; te prometo que te devolveré el dinero! ¡Suéltame!». «Jajaja, esto no tiene nada que ver con los 10 millones de dólares que me debes. Esta ocasión se deba a que es el precio por haber tomado la iniciativa de provocarme. Ambas cosas no tienen nada que ver». B$stardo desgraciado, ¿Puedes ser aún más desgraciado? Una vez más se ha demostrado que los hombres con poder dan miedo. Elaine estaba perdida y no sabía qué hacer entando presa del pánico. De repente, se calmó un poco al pensar en algo. Humph… de todas formas ya lo han hecho antes, ¿Qué era una vez más? De todos modos, hacerlo una o cien veces tiene el mismo final. Ya le habían quitado la v!rginidad, así que ¿De qué tenía miedo? Por eso, Elaine dijo de repente con valentía: «¡Vamos! ¡No tengo miedo! ¡Quién tiene miedo de quién!». Emmett se quedó helado y no pudo contener una sonrisa. Elaine volvió a ensanchar sus grandes ojos y dijo apenada: «Esta vez puedes hacerlo, pero tienes que prescindir de diez mil dólares». Emmett no pudo contenerse más, sus labios se curvaron y sonrió: «De acuerdo, voy a disminuir 10 mil dólares de tu deuda. ¿De verdad ya no tienes miedo?». Los labios de Elaine no pudieron evitar empezar a temblar de nuevo, y dijo con poca convicción: «No, ya no tengo miedo…». «Entonces, ¿Puedes separar las piernas y ponerlas en mi cintura?». La sonrisa burlona de Emmett se hizo más fuerte. «¿Qué?». Elaine volvió a tener miedo y se agarró a la ropa de Emmett. Suplicando: «Presidente Smith, eres tan joven, prometedor, guapo y suave, ¿Por qué tienes que hacerlo conmigo? ¿No puedes cambiarme por otra persona? Aun sigo dispuesta a devolverle tu dinero». Emmett bajó la cabeza, sentía que casi le estallaba… Suspiró y le dijo: «Si me pides que pare ahora, puede que muera de deseo». Emmett puso una expresión compasiva, bajó la cabeza para besar la nariz de Elaine y decirle: «Te prometo que seré suave. ¿De acuerdo?». Maldita sea, ¡Suave! Por muy suave que sea, ¡Seguirá teniendo un comportamiento bestial! ¿Por qué finges ser un buen chico, Emmett? Mientras Elaine esperaba lastimosamente a que empezara, se oyó un gran ruido y se abrió la puerta. «¡Emmett! ¡Emmett! ¿Dónde estás? ¿Dónde está?». Se oyó la voz de un hombre. Emmett, tumbado sobre Elaine y con la puerta abierta, no pudo contenerse. Mordiéndose las encías, gruño en voz baja. Convenientemente, tomo un cenicero y lo lanzó hacia la puerta. ¡Caramba! ¡Esto podría ser una poderosa arma oculta! La persona que venía abrió los ojos y ladeó la cabeza, evitando por poco el cenicero. Se secó el sudor frío y regañó: «¡Maldita sea! ¿No crees que fuiste muy cruel? ¿Es necesario recurrir a tal violencia incluso con los amigos? ¿Querías golpearme tan fuerte hasta dejarme en coma?». Oliver se revolvió el cabello exageradamente, sin olvidar su estilo pla%boy. Sólo entonces se dio cuenta de que Emmett lo miraba con ojos tan rojos como la sangre, estaba agachado en el sofá mostrando sólo la mitad superior de su cuerpo. Como el sofá estaba de espaldas a Oliver, éste no podía ver a Elaine, que estaba apretada debajo de Emmett. «¿Qué haces? No puede ser…». Los ojos de Oliver se abrieron de repente y se volvieron alegres: «Jajaja, digo una mirada asesina. ¡He interrumpido tu avance! ¿Con quién? ¿Con una supermodelo o una estrella de cine? A ver…». «¡Piérdete! Si no, ¡Te rompere el cuello!». Emmett reveló su autoridad y entrecerró los ojos. Oliver se puso nervioso cuando grito y se encogió en su sitio: «Eh, tú sigue, yo te espero en tu despacho. No tardes mucho, no tengo mucha paciencia. Saluda a tu mujer de mi parte». Entonces Oliver se retiró y les cerró la puerta. A Elaine le pareció que el hombre que había entrado era demasiado oportuno. ¡Entró en el momento justo! ¡Deberían concederle un trofeo!