---- Capítulo 1 Cuando conocí a Leandro, é! era un simple segundo al mando. Su hermano mayor era el verdadero jefe de la famiília. En la reunión de la banda, todas las mujeres solo tenían ojos para su hermano, deseando convertirse en la mujer del jefe. Solo yo vi a Leandro bebiendo en un rincón. Y le tendí la mano, bailando con él. Dijeron que era una cazafortunas, que la Familia de Mendoza solo queríamos movernos en la sombra de la Toro. Pero la verdad era que me enamoré de Leandro. Tanto, que acepté solo ser su prometida y aun así le di un hijo: León Toro. Tanto, que para ayudarlo a convertirse en el nuevo jefe, soporté 60 noches viéndolo entrar en la habitación de Daniela. Cuando supe que Leandro se casaría con Daniela, caí en cuenta que ya ni para engafiarme le importaba gastar energias. Después de arrullar a mi hijo hasta el suefio, salí al balcón. Abrí mi teléfono para reservar un vuelo internacional. Miré la fecha en el boleto electrónico con vacio que siete días después sería Navidad, el mismo día en que, aõios atrás, Leandro y ---- yo nos prometimos amor eterno. Qué irónico. Todo comenzó en ese día y todo terminaría otro 25 de diciembre. 'Apenas apagué el teléfono, caí en un abrazo ancho y cálido impregnado del aroma agresivo de rosas. Leandro me inmovilizó contra la barandilla del balcón, mordisqueando mi lóbulo mientras murmuraba: -Hace frio ;qué haces aqui afuera? Miré el celular ya apagado y respondí con calma glacial: -Estoy viendo las estrellas. Desde niõa amé los astros. Mi hogar estaba en un lugar donde las Iluvias de meteoros eran comunes. Leandro alguna vez prometió contemplarlas conmigo cada noche hasta que Daniela apareció, y ese pacto infantil se esfumó en su memoria. Su cuerpo siempre conservaba ese intenso aroma a rosas de Daniela que tanto detestaba. Me liberé de su abrazo con visible incomodidad: -Ve a baharte antes de hablarme. Leandro también percibió el olor y, con cierta verguenza, me soltó: -Sofía, sé que te he descuidado estos días pero todo lo hago por el futuro de León y el tuyo. iQué ridículo! Leandro solo ambicionaba poder, pero aún así intentaba justificarlo en nombre de nuestro hijo y mío. Leandro regresó del bafo sin ropa, solo con una toalla colgando ---- precariamente de sus caderas. Esos hombros anchos, esa cintura marcada, y ese V hipnótica que se perdia bajo el tejido. Todo lo que una vez me volvió loca, ahora me revolvia el estómago. Porque justo en su costado, vi varios arafiazos frescos rojos. Probaba irrefutable de lo ocupado que habíia estado antes de venir. Al notar mi mirada fija en sus heridas, Leandro esbozó una sonrisa y se inclinó sobre mi: -Hoy soy solo tuyo, Sofía. Nada más importa. La misma voz de siempre pero el hombre que tenía encima ya no era el chico que solo me veía a mí Apreté los pufios, conteniendo las ganas de empujarlo lejos de m. Por suerte, alguien tocó la puerta, interrumpiendo los besos que Leandro estaba dejando caer sobre mi cuello. -La sefiora Daniela no se siente bien. Debe venir de inmediato. Leandro se separó de mí al instante, con una mirada entre preocupada y nerviosa. Mientras salia apresurado, gritó -iCómo la están cuidando? jLlamen al médico ahora! Si le pasa algo, ilos haré pagar a todos! Justo al cruzar la puerta, como si de repente se acordara de mi existencia, se detuvo y me miró con remordimiento: -Lo siento pero debo ir. Le prometí a mi hermano que cuidaria de ella. Lo observé fijamente durante unos segundos: -Leandro. ---- Leandro frunció el ceão, esperando otro drama de celos. Estaba listo para soltar sus mentiras de siempre hasta que mis manos lo interrumpieron. Le coloqué su abrigo sobre los hombros, alisando ese mechón rebelde que siempre se le levantaba: -Pronto serás el Patrón. Debes verte impecable. Mi dulzura habitual lo tranquilizó. Salió corriendo hacia Daniela, convencido de que, como siempre, lo esperaría obedientemente en esa habitación. Pero esta vez se equivocaba,
