---- Capítulo 5 La herida era apenas un corte; con cuidado sanaría sin rastro. Aun así, Bruce me culpó y me insultó. Intenté defenderme, pero no me creyó. Abatida, me refugié varios días en la habitación de mi madre, buscando consuelo. Al enterarse, Moye apareció hecha una furia. - Así que esta es tu mamá... Lástima que esté paralítica -soltó con sorna al acercarse a la cama, y tiró del cable del respirador. -iNo lo toques! -exclamé, corriendo a sujetar el enchufe. Sin embargo, ella dio un tirón y el aparato se desplomó. -Me dejaste una cicatriz; áde verdad crees que voy a permitirte vivir tranquila? -escupió, con una satisfacción vengativa en la mirada. Por reflejo levanté el respirador y volví a conectarlo. Justo entonces Bruce entró y presenció la escena. ---- Extendí la mano para comprobar la respiración de mi madre, pero era tarde; sin la máquina ella no podía valerse y su corazón se detuvo al instante. -iMamá! -grité, desgarrada, mientras me desplomaba y las lágrimas brotaban sin control. -Solo quería gastarte una broma... No fue a propósito - se justificó Moye con falso candor. Bruce vaciló y enseguida la defendió: - Está chiquilla... No la culpes. Además, tu mamá llevaba ahos enferma; así descansa y tú también. Le mandaré algo de dinero extra a tu papá para compensar. Al oír su voz fría e insensible, me invadió la desesperanza. Quise contestar, pero el dolor me ahogó y de mi boca no salió ni el menor sonido. Moye fingió desmayarse contra su pecho y él, preocupado, se la 1levó, mientras yo permanecia aferrada a la mano de mi madre, murmurando disculpas entre sollozos. Sabía que su partida era un alivio, pero la culpa me ---- destrozaba. Cuando pude, me hice cargo del funeral; la cremé y dejé la urna en el panteón temporalmente. Dos días después volví a la casa y encontré a las mujeres de Bruce en mi habitación, riendo y armando alboroto. Todo estaba patas arriba y muchas de mis cosas, rotas en el suelo. Pensaba recoger lo imprescindible para marcharme, pero ya no tenía sentido. Se arremolinaron a mi alrededor, preguntando cuándo romperíamos el vínculo. Las miré con absoluta seriedad: -Cuando guste. Si él no quiere, que el Rey Alfa rompa nuestro contrato de pareja. Y, por cierto, esta casa no la piso nunca más. Me di media vuelta y me fui sin vacilar. Bruce, al enterarse, me lIlamó, pero yo no contesté. Luego me envió varios mensajes diciendo que dejara ---- de hacer berrinche, que ya era hora de volver sumisa a casa. Pero estoy cansada. Y él no merece mi amor. Ahora camino sin rumbo; cae la noche y no sé adónde ir. Un auto me sigue a cierta distancia. Cuando las fuerzas me fallan y caigo en un desmayo, veo a Wolvent corriendo hacia mí, alarmado. Pasa más de una semana y no regreso. Bruce enloquece, me envía mensajes sin parar, me ordena que vuelva a servirlo a él y a sus mujeres; amenaza con ensafiarse con mi padre si no obedezco. Cuando me llama de nuevo, contesto con calma: -PBruce, diez ahos de castigo son suficientes. Mi padre murió y su muerte salda la de tu querido amor de la infancia. Déjame en paz. Yo tampoco te amo. Cuando vuelvas a estar dispuesto a romper el vínculo, me avisas. ---- Dicho esto, cuelgo, sin darle oportunidad de responder. Tengo curiosidad por saber cuál será su reacción cuando entienda que me he ido de verdad, por lo que, sin pensarlo mucho, abro las cámaras de la casa. Bruce mira el teléfono, atónito, con un destello de súbita comprensión en los ojos, antes de desplomarse en el sofá, con la mirada perdida, como si le hubieran quitado el alma, y solo quedara un cascarón vacío. Diez afos... Jamás pensó que yo llegaría a marcharme, iverdad?
