Capítulo 40: GRAN SEÑOR VLADYA De pie en las afueras del ala sur, el señor Vladya contemplaba el cielo nocturno estrellado. Ottai se había ido para unirse al festival, pero Vladya había decidido quedarse. A lo lejos, los sonidos de la alegría llegaban a sus oídos mientras su pueblo se deleitaba en las festividades. Le traía algo de paz. En aquellos días, se necesitaba mucho para llevar la felicidad a su pueblo. Habían pasado siglos, pero los horrores que habían caído sobre los Urekai en aquella fatídica noche permanecían grabados en sus memorias. El tiempo era fugaz para ellos, por lo que no olvidaban fácilmente las pérdidas que habían sufrido. Por eso, cada vez que conseguían encontrar alegría en algo, era bienvenido. Vladya estaba preocupada. ¿Por qué había buscado Daemonikai al chico? Es cierto que el chico emitía un olor inusual, increíblemente seductor, tenue pero presente. Casi como el olor que tienen las hembras Urekai durante el celo. Algo así era imposible. Vladya desechó el pensamiento. Pero aún así. ¿Por qué la bestia elegiría al chico? Era muy inusual que una bestia salvaje Urekai buscara a un individuo específico. Sus mentes simplemente no funcionaban de esa manera. «Por los dioses. ¡Por favor, Lord Vladya, se lo ruego!». La voz sollozante de la hembra llegó desde atrás. Vladya ignoró a la princesa humana. A raíz de los recientes acontecimientos, el miedo de la chica a él parecía haber pasado a un segundo plano. Su preocupación por su hermano se había vuelto primordial. La princesa lo había seguido persistentemente desde que salió de la cámara, suplicándole que regresara y rescatara a su hermano. La chica cayó de rodillas ante él. «Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa. Pagaré el precio que exijas. ¡Por favor, sálvalo!». Vladya se dio la vuelta para mirarla. Ya fuera por el ambiente festivo, el dolor de cabeza punzante que le latía en las sienes o el reciente encuentro con la bestia, su paciencia estaba llegando a su límite. La bestia de Daemon, no sabía decirlo. Pero por alguna razón, se vio incapaz de invocar la ira que normalmente surgía en él en presencia de los humanos. Quizá fuera porque comprendía la necesidad de salvar a alguien querido, aun sabiendo en el fondo que no se le podía salvar. Quizá fuera porque sabía lo que se sentía al amar profundamente a alguien, el deseo de protegerlo de todo daño. Pero lo único que sentía ahora era cansancio al mirar a la princesa que una vez fue humana. Su rostro estaba hinchado, manchado de maquillaje corrido, enrojecido por el dolor y humedecido por las lágrimas. «Aekeira, ahora no puedes salvarlo. Solo puedes esperar que conserve el más mínimo atisbo de vida cuando la bestia acabe con él», le dijo una vez más. Había pronunciado esas palabras repetidamente a la obstinada mujer, pero producían el mismo efecto. Ella lloró más fuerte, mirando con anhelo el camino que conducía a su hermano, y comenzó su súplica una vez más. La joven esclava que había enviado a las habitaciones de Livia regresó con una poción. —Aquí está, mi señor. —Dásela —le indicó a la mujer que estaba arrodillada ante él. Luego, a Aekeira, le ordenó en un tono tranquilo: —Bébetela. Te ayudará a calmarte. —¡No! ¡No, NO quiero calmarme! Quiero salvar a mi hermano, yo… «No puedo ayudar a tu hermano si no tomas esa poción, Aekeira», intervino él con tono firme. Los ojos marrones de la chica se abrieron de par en par y rápidamente aceptó la poción, consumiendo su contenido. «¿Ayudarás a Em?». Su voz era pequeña, llena de esperanza.
Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey - Chapter 40
Updated: Oct 24, 2025 12:38 PM
