---- Capitulo 19 Punto de quiebre II Punto de vista de Olivia Me quedé inmévil. Oscar se abrazaba a mis piernas con tanta fuerza que parecia que su vida dependiera de ello. Su cuerpo temblaba con cada sollozo, y sus lagrimas empapaban mi uniforme mientras sus manos se aferraban a mi, como si temiera que yo pudiera desvanecerme si me soltaba. -Por favor, mama... suplicaba entre jadeos-. No te vayas. Su rostro estaba encendido de rojo, y le costaba cada vez més respirar. Cada ldgrima parecia arrancarle un poco mds de fuerza. -Ella me hizo decir eso... -balbuceé entre sollozos-. Raquel me dijo que si no lo hacia, me ibas a alejar de papa para siempre... Senti que algo se rompfa dentro de mi. Esa coraza que me habia construido empezaba a agrietarse. Era mi hijo. Mi pequefio. Mas alld de todo el dafio que me ha hecho, seguia siendo mio -Oscar, tienes que tranquilizarte -le dije, dejéndome llevar por mi instinto médico-. Tu cuerpo no puede soportar este nivel de angustia. Pero él se aferré atin mas fuerte, temblando incontroladamente. -Lo siento... -logré decirme, con la voz entrecortada y los ojos llorosos-. No quiero a Raquel. Quiero estar contigo. Via Sara acercarse al botén de emergencia, alarmada por el pitido acelerado de los monitores. El corazon de Oscar estaba al limite. -Por favor, Oscar, esctichame -le pedi con voz més suave- Necesitas acostarte. ---- -iNo! -grit6, con la voz rota-. jSi te suelto, me vas a abandonar! El alboroto llamé la atencién desde afuera. La puerta se abrié de golpe y Diego entré apresuradamente, con el rostro desencajado al ver la escena -iQué esta pasando? -preguntd, y se quedo paralizado al ver a Oscar en el suelo, aferrado a mis piernas Ver a nuestro hijo llorando sin control y casi sin poder respirar lo quebré también. Su rostro se descompuso y se arrodillé junto a él. -Hijo, tienes que volver a la cama -le dijo en voz baja, intentando alcanzarlo. -iVa a dejarnos, papa! -Iloré Oscar, sin soltarme-. iYa no nos quiere! Diego me miré. Jams lo habia visto con una expresién tan desesperada. Y entonces, para mi total sorpresa, también él se inclin6... y tomé el borde de mi uniforme. -Olivia... -me dijo con la voz rota-. Me equivoqué. Me equivoqué tanto. Miré hacia abajo. Los dos, padre e hijo, estaban arrodillados a mis pies, suplicando un perdén que no sabia si podia concederles. -Te amo -continué Diego, con lagrimas deslizéndose por su rostro -. Oscar te ama. Estabamos cegados por las mentiras de Raquel, pero ahora vemos la verdad. Apoyé la frente contra mis piernas, justo al lado donde Oscar seguia aferrado. -Haré lo que sea -me prometié-. Le suplicaré al Consejo de la Manada que expulsen a Raquel de nuestro territorio. No volverd a ---- acercarse a nuestra familia, te lo juro. Oscar asintié con la cabeza con fuerza, aun con la respiracién entrecortada. -Quiero que tl seas mi Unica mama -me dijo entre sollozos-. No quiero a Raquel. Yo estaba dividida entre el dolor que veia en sus rostros... y el recuerdo de lo que me habian hecho. ¢Podfa volver a confiar en ellos? -Diego... -murmuré-. Este no es el momento ni el lugar.. Pero la puerta volvié a abrirse, interrumpiéndome. Raquel aparecié en el umbral. Al vernos, su expresiOn pasé de la preocupacién al desconcierto, y luego al horror -{Qué est4 pasando aqui? -pregunté con voz aguda, casi temblorosa. Cuando vio a Diego arrodillado ante mi, algo oscuro se apoderé de su mirada. Entré al cuarto tensa como una cuerda. -{Diego? Ie dijo, incrédula-. ¢Qué estas haciendo? Diego alz6 la vista, y al verla, se puso de pie, colocandose entre ella y Oscar. -Largate -le dijo con frialdad-. Ya nos hiciste suficiente dafio. La dulzura falsa de Raquel desapareci6 al instante. Su rostro se deforms por la rabia. -{Cémo te atreves? le espet6, avanzando hacia él-. ;Después de todo lo que hice por ti! Le clavé un dedo en el pecho, alzando cada vez mas la voz.
