Capítulo 2: Ignorando las miradas desdeñosas, Belinda se acercó a Lucas y colocó el pastel en la mesa de café con una tensa sonrisa. «Lucas, te traje el pastel de mousse que pediste». Sin siquiera mirar a Belinda, Lucas deslizó el pastel hacia Verena, diciendo con voz encantadora: «Toma, puedes quedártelo ahora». Verena respondió con una tímida sonrisa: «Solo lo mencioné de pasada». «No esperaba que realmente le pidieras que lo comprara». Una sacudida de comprensión golpeó a Belinda, abriendo los ojos en estado de shock. Sintió como si un cuchillo le hubiera atravesado el corazón. El pastel que había tardado casi cinco horas en conseguir… ¿Iba destinado a Verena? «Verena, ¿ves lo mucho que Lucas se preocupa por ti ahora? Te conseguiría la luna si lo deseas». «¡Eso es! Adelante, cómete el pastel. Después de todo, Belinda acaba de pasar cinco horas haciéndolo. ¡No dejes que sus esfuerzos sean en vano!». Al oírlo, Belinda apretó los puños contra el costado. Se sintió como la tonta más grande del mundo. En ese momento, Lucas se levantó y se dirigió hacia Belinda, mirándola a los ojos con un rostro inexpresivo. Con voz fría, dijo: «Los papeles del divorcio están en la mesa de café de casa. Fírmalos cuando vuelvas». —¿Papeles de divorcio? —El color se le fue del rostro a Belinda mientras miraba a Lucas, con los labios temblorosos. La expresión de Lucas permaneció indiferente. —Me casé contigo solo para apaciguar a mi padre y mantener a Verena a salvo. Ahora que ha regresado, puedo garantizar su seguridad. Belinda entendió la implicación detrás de sus palabras. Su matrimonio había sido simplemente una jugada estratégica. Con su objetivo cumplido, Lucas ya no veía utilidad en ella, una esposa que solo le traía vergüenza. Pensando en esto, Belinda sonrió de repente. Pero su sonrisa estaba teñida de resignación y amarga ironía. Miró a Lucas, con los ojos llenos de tristeza, pero aferrándose a una pizca de esperanza. «Lucas, en todos nuestros años juntos, ¿no fui más que una herramienta conveniente para ti?». Las risas estallaron alrededor de Belinda, crueles y burlonas. «¿Está Belinda delirando? ¿De verdad espera que Lucas pueda sentir algo por ella?». «¿No se ve a sí misma? ¡Es tan fea!». Ignorando los crueles insultos, Belinda mantuvo la mirada fija en Lucas, con una evidente determinación por obtener una respuesta. Con voz fría, Lucas dijo: «Sí». Las lágrimas brotaron inmediatamente de los ojos de Belinda. En ese momento, se sintió como si le hubieran arrancado el corazón, lo hubieran arrojado al suelo y lo hubieran aplastado sin piedad. El dolor era abrumador. Una risa hueca se escapó de Belinda, cargada de desesperación. «Ya veo», murmuró. Asintió lentamente, aceptando su destino. «Firmaré los papeles del divorcio cuando llegue a casa».
